Skyline de Collserola, visto desde el oeste de Barcelona, dibuja el gran contrafuerte forestal que abraza la ciudad y la separa del Vallès. La línea asciende entre pinos, encinas y alzinas por la ladera del Tibidabo, coronado por el Temple Expiatori del Sagrat Cor, cuya arquitectura neogótica —rematada por la escultura del Sagrat Cor— se recorta como un faro de piedra sobre el Mediterráneo. A sus pies late el histórico Parc d’Atraccions Tibidabo, con La Talaia y l’Avió suspendiendo el tiempo sobre el horizonte urbano.
Hacia el sur, la silueta se afila en la Torre de Collserola, aguja de telecomunicaciones ideada para Barcelona’92 que, con su estilizada antena y plataformas voladas, parece levitar sobre el bosque. Más allá, el perfil ondula por las cimas de Sant Pere Màrtir, Creu d’Olorda y Puig d’Ossa, una muralla vegetal que encuadra la ciudad mientras la Carretera de les Aigües traza a media ladera el balcón más popular de Barcelona.
Entre ermitas escondidas, miradores y bancales antiguos, Collserola teje un horizonte donde templo, torre y bosque se funden en un solo trazo: el límite verde de Barcelona y su mejor tribuna para mirar el mar.